Una vez aclarado lo anterior, me gustaría dejar aquí plasmado una lectura que hice el otro día sobre el léxico del español. El artículo del que hablo pertenece a Germán Colón Doménech y se llama Elementos constitutivos del léxico del español.
Muchas veces me he preguntado por qué en castellano utilizamos palabras como "querer" (en el sentido de amar) y la propia "amar" mientras que en otras lenguas romance sólo tienen uno con el sentido de "amar" (francés: "aimer"). En este caso concreto, se ha producido, en castellano, una variación semántica, ajena a la propia lengua, simplemente del verbo latín "velle", que en francés ha dado verbos como "vouloir" y que significa "querer" pero con un sentido de objeto, o anhelo, no de persona, es decir, para decir "te quiero" en francés no diríamos "je te veux", sino "je t'aime" por tanto, tenemos que, en este caso se ha producido un cambio semántico, es decir, de significado de la palabra, en castellano, el verbo "velle" ha dejado de significar solamente "querer algo" para significar "querer algo", o "amar a alguien"
Como resultado, por tanto, en castellano tenemos dos palabras para designar un mismo sentimiento, "querer/amar" mientras que en otras lenguas romances sólo tienen una.
Aclarado este tema y como apunte, me gustaría añadir que, incluso en castellano, hay diferencias semánticas entre "querer" y "amar", el segundo implica un sentimiento mucho mayor, es decir, uno puede querer a sus amigos, o a su familia (además de querer otras cosas, como un ordenador, o un peluche), pero "amar" tiene una carga sentimental tan fuerte que, normalmente sólo se usa con las parejas y el sentimiento del amor, más allá de la amistad, entre dos personas.
Otros ejemplos de diferencias entre castellano y demás lenguas romance:
Del latín culto "perna" tenemos el término "pierna" en castellano, del latín coloquial "camba" tenemos el término francés "jambe", o italiano "gamba". Otro ejemplo, "encontrar" proviene del latín "afflare" (hallar) perteneciente al registro culto y "trouver" en francés, que proviene del latín coloquial " tropare"
Por ejemplo, hay germanismos en otras lenguas romances, como "écume" en francés, proveniente del alemán "skûm", mientras que en castellano se mantiene "espuma" del latín "spuma"
Pero, incluso el castellano cedió a determinados germanismos, como "werra" que dio lugar a "guerra" "guerre". "Werra sustituyó al término latino "bellum"
Por último, mi favorito, la palabra "verano" no proviene del latín "aestatem" (término moderno) del cual proviene la palabra "été" en francés, aunque aún mantenemos la palabra "estío" (significa verano), pero apenas si se usa. Es otro ejemplo claro de la antigüedad del léxico del castellano. Además de otros como "hermano/hermana", frente a "frère/soeur" del latín "frater/sor"
En conclusión, por diversos factores, Hispania siempre se mantuvo alejada de la influencia del latín moderno, del germanismo y de otras influencias que determinaron el lexicón de las lenguas romance modernas. Mantenemos en castellano un glosario de palabras más antiguas que la mayoría de lenguas provenientes del latín. De ahi el título de la entrada, ¿somos unos carcamales, o deberíamos estar orgullosos por diferenciarnos de las demás lenguas latinas? Ahí os lo dejo, espero que sea de vuestro agrado la lectura.
Me gusta la entrada. ¡Buen trabajo!
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